La restauración de la fachada de San Francisco es una obra en tres etapas, de la que apenas está concluyendo la primera. Se solventó por medio de un subsidio otorgado por la Municipalidad de la capital y se concretó a partir de la buena voluntad y el espíritu de servicio de quienes conforman la comisión que se puso al hombro la tarea. Comisión que trabaja ad honorem, para más datos. La puesta en valor del sector superior, comprendido alrededor del campanario, requirió una minuciosa labor, centímetro a centímetro. Cuentan los obreros especializados y escultores contratados que muros, capitales, balaústres, cornisas, molduras y pináculos se deshacían al tacto. Ese es el estado en el que estaban.
Ya pueden verse los resultados de los trabajos, aún con la distancia que impone la parte superior del templo. También la pintura, que combina el celeste predominante con los rojizos-rosados y amarillos-blanquecinos. En este sentido es muy importante la tarea de informar al público sobre un cambio que a muchos sorprende, pero que parte de las investigaciones realizadas sobre la pigmentación primigenia del templo. Efectivamente, esos fueron los colores originales de San Francisco, no los tonos amarronados que en algún momento no precisado de la historia se eligieron para reemplazarlos. Entonces esta restauración constituye también un acto de justicia, poco habitual cuando de cuestiones patrimoniales se habla en Tucumán. A la vez, los profesionales de la comisión insisten en la necesidad de que esta información circule; de lo contrario habrá quienes piensen que la nueva pintura es sólo un capricho.
¿Cuáles son los próximos pasos? Costear las dos etapas que quedan pendientes cuesta $ 122 millones. Habrá que ver si las nuevas autoridades de la Municipalidad continúan la línea trazada por la administración saliente y completan la financiación. Sería un signo positivo de política de Estado, capaz de trascender el distinto signo ideológico; el de los que se van y el de quienes llegan. Rossana Chahla, intendenta electa, hizo pública su intención de seguir colaborando con la obra, lo que entusiasma a la comisión. De la Nación sólo recibieron indiferencia, ya que el proyecto -con el correspondiente presupuesto- quedó cajoneado en el Ministerio de Cultura. Y lo que pueda suceder en esa área a partir del 10 de diciembre ingresa al terreno de las incógnitas.
San Francisco es una pieza valiosísima del patrimonio provincial, lo que justifica la necesidad de ocuparse del tema. Sus dueños -la Orden Franciscana- explicitaron que no les era posible hacerse cargo. Es más: ya no quedan frailes en el claustro de San Martín y 25 de Mayo. Y vale apuntar que la restauración de la fachada no deja de ser una pieza de un puzzle más complejo. En el interior del templo la situación es preocupante y ni hablar de la sacristía, donde la posibilidad de un derrumbe de la mampostería del techo representa una amenaza permanente. Y también habrá que definir cuál será el futuro del gigantesco y bellísimo edificio del claustro, vacío por estos tiempos.
Se avanza con lentitud, en la medida en que el goteo de fondos se activa. Pero cuando se van cumpliendo etapas y queda a la vista el fruto de un trabajo bien hecho renace el entusiasmo. Alcanza con mirar el campanario de San Francisco.